Estamos empadronados en el lugar en el que circunstancialmente hemos ido a parar. Pero hay algún otro lugar con el que estamos atados emocionalmente. El lugar donde está nuestra familia, o donde nacimos, o donde soñamos que algún día iremos a vivir. Ese lugar puede ser otro barrio de nuestra ciudad, otro pueblo de nuestra isla o puede estar al otro lado del mundo. Allí vivimos cuando cerramos los ojos y recordamos o imaginamos.
Hay muchos lugares de nuestra geografía que se han ido despoblando con los años. Sobre todo en las zonas rurales. Precisamente por esas circunstancias que nos llevaron a buscar nuevas oportunidades. Porque el padrón real, el de la vida pragmática, se impuso sobre el emotivo. El Empadronamiento Emocional nos permite regresar, aunque sea simbólicamente a ese origen.
Pero es más que eso. Visto desde el lado contrario, es una forma de que los lugares despoblados vuelvan a recuperar la atención que nunca debieron perder. Es una llamada de esperanza, diciéndonos que aún están ahí y que tienen toda la autenticidad original para ofrecernos.